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Saldos de un sexenio

Luis Rubio

Un objetivo domin贸 al gobierno de Ernesto Zedillo desde la tercera semana de su mandato: evitar una crisis al final de su sexenio. Dada nuestra historia reciente, ese objetivo no era peque帽o ni irrelevante, pero distaba mucho de satisfacer el deseo de desarrollo que la sociedad mexicana ha albergado desde principios del siglo. El hilo conductor del sexenio que ahora termina acab贸 siendo el de evitar una crisis, lo que llev贸 a que el ejecutivo federal emprendiera una actitud peculiar por dicot贸mica: por una parte todos los recursos de que dispon铆a -desde la persuasi贸n hasta la arbitrariedad- se emplearon para cuidar las variables fiscales y monetarias, a fin de lograr su objetivo central. Por la otra, el gobierno dej贸 que el pa铆s evolucionara como pudiera: sin agenda, sin liderazgo y sin sentido de direcci贸n. Los resultados est谩n a la vista: la econom铆a logr贸 librar la maldici贸n del fin de sexenio y el proceso de cambio de partidos en el gobierno ha avanzado excepcionalmente bien. Lo que queda por determinar es cu谩les ser谩n los costos de todo lo que se dej贸 de hacer.

El primer mes de la administraci贸n fue sintom谩tico de lo que seguir铆a. En particular, tres circunstancias marcar铆an el tono de la administraci贸n a partir de ese momento: unas cuantas iniciativas de mucho peso pero sin seguimiento; el dejar que las cosas pasaran por s铆 mismas, independientemente del resultado; y una obsesi贸n por la maldici贸n sexenal. El gobierno inici贸 su mandato con gran 铆mpetu. No pasaron m谩s que unos d铆as antes de que enviara al congreso una ambiciosa e importante iniciativa para modificar de ra铆z la integraci贸n y funcionamiento de la Suprema Corte de Justicia. El presidente present贸 la iniciativa y se aboc贸 a otros menesteres. El hecho de que la aprobara el poder legislativo acab贸 dependiendo del aparato a su mando, pero sin su participaci贸n. Aunque limitada en su visi贸n (posteriormente sufrir铆a cambios que ampliaron sensiblemente su espectro y trascendencia), esa iniciativa de ley habr铆a de introducir un nuevo baluarte institucional en el sistema pol铆tico mexicano; la nueva Corte que de ah铆 emergi贸 se ha convertido en un poder aut贸nomo, dispuesto a cumplir su funci贸n constitucional a cabalidad, incluyendo la de ser un contrapeso efectivo en el sistema tripartita de gobierno que nos caracteriza. Ah铆 naci贸 el primer gran aporte de la administraci贸n zedillista al pa铆s.

Pero a ese excepcional inicio seguir铆a la devaluaci贸n, la incapacidad para articular una estrategia aceptable para nuestros acreedores, el recurso a mecanismos burocr谩ticos (en este caso internacionales) para enfrentar la crisis y la obsesi贸n por concluir el sexenio sin otro colapso econ贸mico. Ah铆 naci贸 la perdici贸n del Fobaproa, quiz谩 el m谩s costoso error de una administraci贸n que, sin ser responsable de la problem谩tica bancaria misma, magnific贸 su costo por la asombrosa incompetencia con que la manej贸. As铆 como la autonom铆a de la Suprema Corte de Justicia le abrir铆a oportunidades excepcionales de desarrollo al pa铆s en el largo plazo, el manejo del Fobaproa se las cancel贸 para los a帽os posteriores. Quiz谩 m谩s importante, con la crisis y el Fobaproa el presidente perdi贸 la iniciativa y nunca tuvo el menor inter茅s por recuperarla (con excepci贸n del equilibrio macroecon贸mico). Lo importante no era convencer a la poblaci贸n de la bondad de sus objetivos, sino confiar en que la historia le dar铆a la raz贸n.

El tenor se hab铆a establecido y nunca se modific贸. Pasados los d铆as m谩s 谩lgidos y dif铆ciles de la crisis, el gobierno nunca m谩s retom贸 el 铆mpetu inicial. Por supuesto que se presentaron muchas otras iniciativas, algunas mejores que otras, pero el esp铆ritu reformador hab铆a sido reemplazado por un dejar hacer. Con todo, aun en ese contexto, hubo momentos de enorme trascendencia. De particular importancia fue la negociaci贸n de la reforma electoral que llevar铆a a consolidar dos de las m谩s valiosas instituciones con que hoy cuenta la pol铆tica mexicana: el IFE y el Tribunal Electoral. Igualmente significativa fue la pol铆tica de crear una amplia red de tratados comerciales que le representan al pa铆s una enorme oportunidad de desarrollo en el largo plazo; aunque modesto en sus dimensiones, el programa de lucha contra la pobreza, el Progresa, representa un importante rompimiento con el mundo de corrupci贸n y nula efectividad de programas en el pasado. En todos estos temas, el gobierno saliente tiene mucho de que estar orgulloso.

Luego vendr铆an las elecciones federales de 1997 que, contra toda l贸gica, tomaron al gobierno por sorpresa. Pasaron meses sin que el gobierno reconociera a cabalidad esos resultados; su primera reacci贸n fue la de negar la realidad al intentar imponerse a trav茅s de una mayor铆a inexistente y pretender utilizar los mapas del pasado para navegar en nuevos mares. La pol铆tica avanzaba en una nueva direcci贸n con un congreso en el que los partidos de oposici贸n ten铆an mayor铆a y un gobernador del PRD tomaba las riendas del Distrito Federal. Nada de ello sirvi贸 para inmutar al gobierno federal. No hab铆a agenda pol铆tica: lo fundamental era sobrevivir.

El sexenio transcurri贸 de bache en bache. Caracterizada por acciones y decisiones inconexas, la administraci贸n lanz贸 diversas iniciativas por dem谩s serias y sensatas -petroqu铆mica, electricidad, el paquete financiero- pero todas ellas sin que mediara una estrategia, una secuencia l贸gica y, todav铆a m谩s grave, sin un reconocimiento de los errores que se apilaban. En lugar de que existiera un hilo conductor, un proyecto com煤n, la administraci贸n se caracteriz贸 por su ausencia. De particular importancia fue la carencia absoluta de una estrategia de comunicaci贸n, de una m铆nima capacidad de explicar sus proyectos o del deseo de convencer a la ciudadan铆a de los objetivos que se persegu铆an. Es verdaderamente impactante el n煤mero de iniciativas fallidas, los proyectos de ley que nunca se materializaron y los resultados a medias que se consiguieron. El nacimiento del IPAB fue traum谩tico, nada se avanz贸 en petroqu铆mica o energ铆a y es amplio el rechazo pol铆tico al que quiz谩 sea el mejor programa de todo el sexenio, el Progresa.

La administraci贸n se aboc贸 a sus prioridades sin que importara el resto del mundo. El m茅rito de esta pol铆tica se puede observar claramente en la creaci贸n y desarrollo de las afores y, por lo tanto, del ahorro; en la tasa de crecimiento econ贸mico que se alcanz贸 en este 煤ltimo a帽o y en la creencia generalizada entre la poblaci贸n de que no habr谩 una crisis econ贸mica al final del sexenio. Ninguno de estos logros es menor, pero tampoco representa un rompimiento dram谩tico con las carencias que aquejan al pa铆s. La ilegalidad sigue intacta al igual que la ausencia de acceso expedito a la justicia, la arbitrariedad burocr谩tica y la inseguridad p煤blica. Si lo fundamental de la funci贸n gubernamental, lo m谩s b谩sico de su responsabilidad y de su raz贸n de ser, es generar un entorno de seguridad y legalidad para los ciudadanos, los logros alcanzados acaban siendo claramente insuficientes. Adem谩s, a pesar del enorme esfuerzo de contenci贸n del gasto p煤blico, y de su profesionalizaci贸n, es evidente la ausencia de un consenso pol铆tico en torno a la bondad de esa pol铆tica, lo que podr铆a acabar haciendo ef铆mera tan encomiable gesti贸n.

Al llegar al fin del sexenio, la pol铆tica mexicana ha experimentado una profunda sacudida. No cabe la menor duda de que el presidente Zedillo puede reclamar mucho del m茅rito que conlleva un proceso electoral razonablemente equitativo. Su pol铆tica de dejar hacer surti贸 efectos muy distintos a los que hubieran podido anticiparse al inicio del r茅gimen. El triunfo de Vicente Fox le abre una fuente de ox铆geno al pa铆s que buena falta le hac铆a, a la vez que crea oportunidades de desarrollo pol铆tico, econ贸mico y social que eran impensables bajo los gobiernos emanados del PRI. Lo que no es obvio es que todos los hilos sueltos que nadie atendi贸 vayan a mantenerse inc贸lumes. La indefinida y cambiante relaci贸n entre el presidente Zedillo y el PRI acab贸 impidiendo que ese partido se reformara, lo que deja un c煤mulo de riesgos (sobre todo de violencia intra-pri铆sta) que deb铆an haberse anticipado; el p茅simo manejo de las deudas bancarias que se vieron afectadas por la devaluaci贸n de 1994 cre贸 una cultura del no pago que va a hacer muy dif铆cil el crecimiento del cr茅dito; la obstinaci贸n por proteger monopolios y, a la vez, enarbolar un discurso liberal no han hecho m谩s que da帽ar a la econom铆a y desacreditar los conceptos y las pol铆ticas que le acompa帽an; la renuencia a hacer cumplir la ley abri贸 la caja de Pandora y la impunidad imperante constituye una base muy endeble para el desarrollo de largo plazo del pa铆s. El presidente renunci贸 a la oportunidad de construir un andamiaje institucional que garantizara un resultado pac铆fico y estable en el 谩mbito pol铆tico. Dej贸 que las cosas tomaran su curso, evitando las concertacesiones de anta帽o: buenas intenciones, pero sin amarres. Con todo, le sali贸 bien la apuesta, pero pudo haberle ocurrido como a otro presidente apostador, su predecesor en 1982 que, en el 煤ltimo round, perdi贸 el buque y por poco acaba hasta con los pasajeros. Al final, el gobierno puede decir que lleg贸 al 煤ltimo d铆a, pero est谩 lejos de haberle dado la vuelta al pa铆s y mucho menos de haber avanzado en su compromiso de campa帽a de bienestar para la familia. Los mexicanos tendr谩n que esperar otro tipo de gobierno para eso.

Sintom谩tico de esta peculiar manera de dejar hacer y de confiar a la buena de Dios es el hecho de que, literalmente en los 煤ltimos d铆as de su mandato, el gobierno comenz贸 a lanzar nuevas iniciativas (la mayor铆a deseables), ahora en materia de comunicaciones, telefon铆a y aviaci贸n, sin la menor preocupaci贸n de dejar las cosas debidamente amarradas y resueltas. Al mismo tiempo, comenz贸 a enfrentar los productos de tanto cabo suelto que qued贸 pendiente, como el bono que demanda la burocracia. Si las cosas salen bien que bueno; si no, ni modo. El tiempo dir谩 si esta estrategia sirvi贸 a las necesidades e intereses del pa铆s. Lo que es claro es que, pudiendo haber hecho uso de los viejos mecanismos del sistema, no lo hizo; y el haber decidido no emplearlos, con plena conciencia y determinaci贸n, constituyen hitos sin precedente en nuestra historia y representan un m茅rito personal extraordinario. Pero, por ahora, tanto el gobierno como la poblaci贸n en general tendr谩n que lidiar con las consecuencias de lo que no se hizo y con la falta de arreglos institucionales que seguramente har谩n dif铆cil la tarea de la pr贸xima administraci贸n, sobre todo en relaci贸n los problemas que enfrentar谩 el PRI para controlar a sus huestes y evitar que la violencia lo acabe consumiendo. A pesar del resultado electoral de julio pasado, la administraci贸n saliente dej贸 a medias los mecanismos para que el proceso de cambio pol铆tico tuviera la certeza de ser exitoso. Su ausencia deja al pa铆s, y el prestigio del gobierno saliente, totalmente sujetos al azar.

 

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