Fracturas
15 de mayo, 2022
聽Luis Rubio
El presidente goza de un elevado 铆ndice de popularidad, superior, por primera vez (as铆 sea por un par de puntos porcentuales) al de sus predecesores recientes a estas alturas del partido. Esa popularidad tiene dos caracter铆sticas relevantes: por un lado, no guarda relaci贸n alguna con el desempe帽o del gobierno, donde la calificaci贸n es abismal, por decir lo menos. Por otro lado, el sustento principal de su alta calificaci贸n est谩 en las transferencias en efectivo de los programas sociales del gobierno. El presidente no apost贸 al crecimiento de la econom铆a, al empleo o a la consolidaci贸n de proyectos previamente existentes, sino a la construcci贸n de una estructura de dependencia de su base social. Esto arroja dos preguntas: primero, 驴qu茅 tan s贸lida es esa base de apoyo? Y, segundo, 驴se trata de una fuente de poder y popularidad que pudiese trascender al sexenio o refleja una relaci贸n meramente transaccional, como sol铆a ocurrir en la era del PRI? La respuesta a estas interrogantes bien podr铆a determinar el devenir del sexenio y la naturaleza del pr贸ximo gobierno.
El gran 茅xito del presidente ha sido precisamente la aprobaci贸n de que goza en lo personal y su traducci贸n en una elevada popularidad. En esto, su gesti贸n ha sido excepcional no por lo elevado de los n煤meros, sino por su desconexi贸n con la forma en que la poblaci贸n eval煤a las cosas que le afectan directamente, como seguridad, empleo y capacidad de consumo. Es decir, la poblaci贸n no se siente satisfecha en t茅rminos de su bienestar y, sin embargo, aprueba la gesti贸n presidencial. La contradicci贸n parece evidente, pero ah铆 es donde destaca el presidente: en su capacidad de comunicaci贸n con su base, sustentada en transferencias, no resultados.
Virtualmente todos los gobiernos del mundo comienzan con elevadas expectativas que reflejan la esperanza de que la nueva administraci贸n ser谩 capaz de lidiar exitosamente con los retos que se presentan en la vida cotidiana. El presidente mismo plante贸 cuatro retos fundamentales (pobreza, corrupci贸n, crecimiento y desigualdad), pero la poblaci贸n no ha experimentado alivio en ninguno de ellos: los indicadores muestran un creciente deterioro. Peor, no hay raz贸n alguna para esperar una mejor铆a en el desempe帽o de la econom铆a -o de la propia actividad gubernamental- en los pr贸ximos dos a帽os, de aqu铆 al fin del sexenio, porque el gobierno no ha invertido en proyectos susceptibles de mejorar el bienestar de la poblaci贸n, resolverle sus problemas o atraer inversiones que pudiesen lograr lo anterior.
En realidad, el gobierno ha hecho todo lo posible por impedir la inversi贸n privada, a la vez que sobrecarga las cuentas gubernamentales de obligaciones que ya se han convertido en un fardo para el desarrollo futuro del pa铆s. Luego de vaciar todos los fideicomisos, reservas y fondos de contingencia para seguir financiando las transferencias en efectivo, las finanzas p煤blicas comienzan a experimentar una creciente fragilidad porque la ausencia de crecimiento trae por consecuencia una disminuci贸n en la recaudaci贸n. Aunque a primera vista manejadas con responsabilidad, las finanzas del gobierno evidencian una artificialidad porque se ha eliminado toda promoci贸n para el crecimiento, la ausencia de nuevas fuentes de ingreso y los crecientes compromisos que demandan las inversiones y d茅ficits de PEMEX y CFE. Es decir, la pretendida ortodoxia fiscal es inestable y va a ser un factor de enorme riesgo en la medida en que avance el sexenio, se sigan elevando las tasas de inter茅s y sigan sin resolverse los problemas m谩s elementales que afectan a la vida cotidiana de la poblaci贸n.
El sexenio progresa, con lo que se agudizan los problemas inherentes al ciclo pol铆tico. El control presidencial comienza a disminuir, las luchas intestinas por el poder se intensifican (por haber destapado la sucesi贸n tres a帽os antes de tiempo), y las insuficiencias del gobierno se hacen cada vez m谩s patentes. Adem谩s, las fracturas en Morena no son peque帽as. Sin duda, el control de la narrativa y las transferencias en efectivo contribuyen a mantener un alto 铆ndice de popularidad, pero 茅ste s贸lo es garantizado por parte de la base social que mantiene una conexi贸n casi religiosa con el presidente. Como demostr贸 la revocaci贸n de mandato, esa base ya no es lo que era y la erosi贸n no puede m谩s que acelerarse. El presidente se ha beneficiado de la falta de br煤jula y capacidad de los liderazgos de oposici贸n, pero esto tambi茅n tiene l铆mites. El ciclo pol铆tico es incontenible y eso provocar谩 que se aceleren los procesos pol铆ticos y se reviertan las que hoy parecen virtudes, y eso si las cosas le salen bien al presidente.
La revocaci贸n de mandato determin贸 el techo del apoyo irrestricto al presidente. El resto -unos 70 millones de votantes potenciales- est谩 en juego. Es evidente que el 铆ndice de popularidad incluye a muchos de esos 70 millones, pero ese apoyo, hist贸ricamente, es circunstancial, dependiente casi siempre de un intercambio de beneficios por votos: ah铆 no hay creencias sino intereses de por medio. El presidente ha sido sumamente h谩bil en utilizar los fondos gubernamentales para afianzar su base de apoyo, pero nada substituye al bienestar. Ahora es la oposici贸n quien tiene que probar que tiene un mejor proyecto para lograrlo.
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