Convergencia
8 de junio, 2003
Luis Rubio
La econom铆a mexicana ha perdido su sentido de direcci贸n. Hasta hace unos cuantos a帽os, el crecimiento econ贸mico, si bien insuficiente para resolver los problemas del pa铆s, permiti贸 al menos avanzar en frentes tan diversos como el de generar nuevas empresas y fuentes de riqueza, empleos e ingresos gubernamentales para atender la ingente agenda social. Pero ese crecimiento no se ha sostenido, circunstancia que ha abierto la caja de Pandora ret贸rica en la pol铆tica mexicana. Hay muchas propuestas, pero poca acci贸n; muchos objetivos, pero pocas estrategias concretas para alcanzarlos; muchas ideas, pero poco realismo. Por diez a帽os, la econom铆a funcion贸 razonablemente bien, aun a pesar de la crisis del 95, gracias a que se mantuvo un claro sentido de direcci贸n: converger con nuestros vecinos del norte. Las opciones hipot茅ticas son todas, pero la realidad s贸lo es una y la econom铆a volver谩 a su cauce cuando as铆 lo acepte la sociedad mexicana y sus pol铆ticos. S贸lo podremos superar la par谩lisis actual si recuperamos esa br煤jula.
La econom铆a se comport贸 de una manera razonablemente benigna a lo largo de los noventa gracias a las reformas con que se inaugur贸 la d茅cada. Algunas de ellas fueron por dem谩s acertadas, mientras que otras sufrieron diversos descalabros a lo largo del tiempo. Unas probaron ser s贸lidas y se convirtieron en pilares del crecimiento, otras representaron un elevado costo para el pa铆s en general y para el erario en lo particular. Pero m谩s all谩 de reformas espec铆ficas, lo que hizo posible la gradual transformaci贸n de una parte significativa de la econom铆a del pa铆s fue la existencia de un sentido de direcci贸n, de un vector metaf贸rico que permiti贸 que todos los involucrados en los procesos econ贸micos supieran a que atenerse. Es posible que no todos los participantes en la actividad econ贸mica gustaran de las reformas o se beneficiaran de ellas, pero todos sab铆an a qu茅 atenerse. M谩s all谩 de la estabilidad macroecon贸mica, la mayor falla del actual gobierno ha sido, precisamente, esa: su incapacidad para proyectar un sentido cre铆ble de direcci贸n.
Las reformas de los tempranos noventa le dieron a la econom铆a un fuerte impulso porque indicaban un camino, se帽alaban una direcci贸n. No olvidemos que el pa铆s llevaba m谩s de una d茅cada a la deriva, despu茅s de que en los setenta, los gobiernos desbarrancaran la econom铆a gracias a la contrataci贸n excesiva de deuda, la expropiaci贸n de los bancos, la generaci贸n de subsidios insostenibles y otras medidas que acabaron siendo no s贸lo infructuosas, sino extraordinariamente costosas. Muchos de los mitos sobre el quehacer nacional, adem谩s de la deuda que todav铆a registran los libros gubernamentales se remontan a esos a帽os de lujuria en la ret贸rica gubernamental y en el gasto p煤blico. Las reformas de los noventa permitieron romper el c铆rculo vicioso en que hab铆a ca铆do la econom铆a del pa铆s y, al constituirse en una br煤jula, confirieron a todos los actores en el plano econ贸mico una gran claridad de rumbo.
Por definici贸n, una reforma supone modificar lo existente. En consecuencia, toda reforma entra帽a la afectaci贸n de alg煤n inter茅s particular. Si no fuera as铆, las reformas ser铆an innecesarias. Las reformas de los tempranos noventa alteraron el orden vigente en la econom铆a mexicana: la apertura a las importaciones, por ejemplo, represent贸 un giro dram谩tico no s贸lo en la manera de operar de las empresas y en su entorno, sino sobre todo en su relaci贸n de poder con los consumidores. Por d茅cadas, toda la econom铆a mexicana se hab铆a volcado hacia los productores: el gobierno desarroll贸 una casi impenetrable estructura de protecci贸n para los empresarios nacionales, a quienes con frecuencia saturaba de apoyos, subsidios y otros beneficios, siempre a costa del consumidor, quien deb铆a aceptar precios elevados de los bienes y servicios, mala calidad y ausencia de opciones. Para los empresarios, la clave del 茅xito resid铆a en la relaci贸n con la burocracia y no en la satisfacci贸n del consumidor. La apertura de la econom铆a oblig贸 a los productores a invertir sus prioridades de la noche a la ma帽ana. Ahora tendr铆an que competir por el favor del consumidor con productores de todo el mundo.
Algo semejante ocurri贸 con la privatizaci贸n de empresas que el gobierno acumul贸 y con la desregulaci贸n de los disfuncionales procedimientos de una abusiva y abultada burocracia. Si bien no todas las privatizaciones resultaron felices, nadie puede negar que contribuyeron a crear un entorno propicio para el establecimiento de nuevas empresas, la atracci贸n de inversionistas del exterior y el desarrollo de una vigorosa industria de exportaci贸n. Todo esto hizo posible que, a pesar de las obvias insuficiencias, los noventa fueran a帽os propicios para el crecimiento econ贸mico.
Una pregunta en la que no se insiste lo suficiente, a pesar de lo nutrido de la ret贸rica que caracteriza los debates p煤blicos en torno a la reactivaci贸n de la econom铆a nacional, es 驴por qu茅 el sector exportador funciona pero no as铆 el mercado interno? Por definici贸n, las exportaciones responden a la demanda del exterior; cuando esa demanda disminuye o, como en la actualidad, no crece, las exportaciones tampoco lo hacen. El estancamiento de las exportaciones ha propiciado muchos mon贸logos (y pocos debates serios) sobre c贸mo reactivar el mercado interno. La premisa obvia es que no hay nada m谩s l贸gico y saludable para cualquier econom铆a en el mundo que el desarrollo activo y acelerado de su econom铆a interna. Reacios a mirar la historia de los setenta y ochenta, algunos proponen la receta de siempre: m谩s gasto p煤blico. Otros proponen soluciones pol铆ticas: pactos entre todos los afectados por las reformas para resarcir da帽os y restaurar los privilegios, subsidios y protecciones que ciertamente favorecieron a los productores y sindicatos, no as铆 al crecimiento sostenido de la econom铆a.
La activaci贸n de mercado interno requiere exactamente lo contrario de lo que se propone: lo urgente no son arreglos en lo obscurito entre intereses creados al amparo de consejos de desarrollo econ贸mico y social, ni un gasto burocr谩tico e improductivo como el que hoy en d铆a caracteriza buena parte del presupuesto p煤blico, sino de nuevas reformas que de manera natural confluyan para activar el desarrollo del mercado interno. Tal y como ocurri贸 en la d茅cada pasada.
Lo que urge es un sentido de direcci贸n, algo que s贸lo puede ser provisto por acciones concretas que vayan dando orientaci贸n a la actividad de las empresas, a los inversionistas, ahorradores, consumidores y sindicatos. Esto implica nuevas fuentes de inversi贸n, un mejor uso del gasto p煤blico, un entorno regulatorio propicio y un gobierno dispuesto a enfocar sus esfuerzos y los de la sociedad hacia la reactivaci贸n econ贸mica. Ninguna de estas cosas es nueva ni particularmente innovadora. Pero el desarrollo econ贸mico de una sociedad requiere, m谩s que grandes cambios o ideas novedosas cada rato, de constancia y claridad de rumbo. En lugar de sumarnos a proyectos ajenos, si algo hay que copiarle a Lula, el nuevo presidente de Brasil, es esto: definir un rumbo claro y alinear todos los recursos gubernamentales en esa direcci贸n.
El rezago del mercado interno tiene una explicaci贸n muy sencilla: al arrancar los noventa, diversas reformas persiguieron facilitar el comercio exterior y atraer la inversi贸n externa; nada semejante se llev贸 a cabo en el interior del pa铆s. Es decir, la mayor铆a de las reformas que tuvieron lugar en los noventa se enfocaron hacia el comercio y la inversi贸n extranjera. Por diez a帽os, esas reformas le confirieron extraordinaria vitalidad a la econom铆a, al grado de transformar a buena parte del aparato productivo del pa铆s. Ahora que las exportaciones ya no crecen a los ritmos de antes, se han comenzado a evidenciar las limitaciones del mercado interno, lo anquilosado de sus estructuras y las enormes limitantes que debe enfrentar para su reactivaci贸n. Si verdaderamente se desea reactivar ese mercado, es tiempo de enfrentar los impedimentos que se le oponen, en lugar de negar su existencia.
La reactivaci贸n del mercado interno requiere de la existencia de polos de atracci贸n tanto f铆sicos como conceptuales, es decir, factores que acerquen la inversi贸n y den garant铆as de permanencia y de seguridad jur铆dica a los inversionistas Por lo que toca al componente material, la atracci贸n la generar铆a el conjunto de reformas orientado a liberar recursos y abrir oportunidades en sectores y actividades que hoy est谩n vedadas, como la infraestructura, la electricidad, la petroqu铆mica y el petr贸leo. Lo pol铆ticamente atractivo ser铆a inventar nuevos conceptos y aportar ideas distintas a las que todo mundo conoce, pero la realidad es que en esto no hay grandes novedades. Se requiere la apertura de sectores que impulsen el desarrollo econ贸mico del pa铆s, pues en la actualidad su enorme potencial se encuentra reducido y el gobierno no tiene la capacidad financiera para aprovecharlo. Cada uno de estos sectores, que nos encanta llamar estrat茅gicos, opera en el subdesarrollo porque carece de los recursos necesarios para convertirse en el pilar econ贸mico que deber铆a y podr铆a ser.
Un sinn煤mero de ejemplos anecd贸ticos ilustra muy bien c贸mo el pa铆s pierde oportunidades de inversi贸n en los m谩s diversos sectores, pues muchas empresas apuntan hacia otras latitudes ante la incertidumbre del abasto el茅ctrico o petroqu铆mico. Adem谩s de atraer inversi贸n directa para el desarrollo de cada una de estas actividades, la apertura de estos sectores permitir铆a atraer inversi贸n y generar polos de atracci贸n para empresas mexicanas en todas las regiones del pa铆s, simplemente por la derrama que grandes inversiones siempre traen consigo. Las oportunidades de desarrollo del pa铆s son ingentes, pero s贸lo si se les deja existir.
La gran transformaci贸n de los noventa tuvo menos que ver con las reformas mismas que con la idea de converger con las naciones desarrolladas de nuestro continente. Las reformas abrieron espacios y crearon oportunidades. Pero m谩s que nada, le dieron a la poblaci贸n y a los empresarios un sentido de direcci贸n. Eso es lo que hoy no existe: claridad de rumbo. Con sentido de direcci贸n se puede recuperar la confianza de la poblaci贸n y no hay nada m谩s poderoso que eso para el desarrollo de un pa铆s.